Guías penitenciarios, rehenes de las bandas
El dato es alarmante. Según estudios de la Alianza contra las Prisiones, en las cárceles del país hay un guía por cada 400 presos. El déficit de uniformados para resguardar las prisiones del país es patente.
Un reciente informe de Rehabilitación Social confirma esa realidad. En el documento, que consta de 526 páginas, se detalla que una de las fallas de las cárceles más grandes del país es que los presos tienen el control de todas las celdas.
Este Diario conversó con un grupo de agentes para conocer cómo es su trabajo, sus nombres están protegidos. En sus testimonios se reflejan las dificultades que tienen.
Tras los últimos hechos de violencia, que arrojan la espeluznante cifra de 315 presos asesinados, el Gobierno designó a militares y policías para el resguardo de las prisiones.
Sin embargo, hay proyectos que no están ejecutados para aumentar el personal en las cárceles. Los últimos reportes indican que los guías padecen de inseguridad y amenazas de las organizaciones delictivas. Hoy el Gobierno analiza nuevas alternativas para los agentes en las cárceles.
Testimonios
‘Los pabellones de la cárcel están al mando de los jefes de las mafias’
Osmar – Guía de la cárcel en Cotopaxi
Llevo más de cinco años como guía en Latacunga y he visto cómo las bandas se apoderan de ese centro. Somos pocos guías para un aproximado total de 6 000 presos. Uno va a los pabellones y cuando los jefes están de mal humor le piden las llaves de las celdas. Uno, por más que sea correcto, los presos le amenazan y nos insultan. No es uno ni son dos. Son 80 o 100 detenidos que a uno lo amedrentan. Nosotros tenemos un uniforme y un tolete. Ellos tienen armas y cuchillos. Lo único que podemos hacer es alejarnos. ‘Los Lobos’ son los que tienen el poder actualmente. ‘Los Choneros’ perdieron su poder con la muerte de ‘JL’ o alias ‘Rasquiña’. Desde entonces, nosotros no entramos a ciertos pabellones porque es muy peligroso. Preferimos estar alejados que estar en medio de las disputas de los narcotraficantes.
‘El sueldo que gano no compensa las amenazas de todos los días’
Josué – Guía de Turi (Azuay)
En la cárcel hay una sola ley y es la de las mafias. Hasta hace unos años nosotros teníamos el poder de hacer requisas. Hoy ya no lo tenemos. Ningún guía se atreve a hacer su trabajo. Nosotros estamos desprotegidos. Si uno quiere hacer su labor los ‘comandantes’ de cada batallón le ponen el ojo. Por ejemplo, no se puede opinar cómo reparten las cosas en cada sección. Ellos se encargan de la alimentación y de la seguridad de todas las celdas. He querido segmentar a cada detenido, pero los jefes me han amenazado. Te envían a presos que te insultan y que te dicen que si no comulgas con ellos estas muerto. Nosotros, por más que queramos estar juntos, siempre hay gente que les sirven como informantes. Ahora, la Policía y los militares saben lo que nosotros pasamos. Yo ganó unos USD 700. Eso no compensa las amenazas.
‘No tenemos los equipos suficientes para enfrentar a las bandas’
Alfredo – Guía de la Penitenciaría
Trabajar en la Penitenciaría es un infierno. En esta cárcel no se segmenta por el grado de peligrosidad o de la salud mental. Aquí todo se define por con qué banda delictiva los miembros se identifican. Se define en el CDP o Centro de Detención Provisional.
Allí hay células de cada mafia. Ellos les dicen a los presos que tienen que definirse por una red. Cuando son distribuidos, ellos definen su gestión. Se vuelven vendedores de droga o se vuelven extorsionadores de primera. Nunca se vuelven aliados.
Hay dos opciones para los nuevos. La primera es que son mensajeros y la segunda que obedecen a jefes. Ellos ordenan matar, secuestrar y someter a la gente nueva. En las últimas matanzas hicieron sentir su poder contra todo el Estado. El Gobierno tiene que dar más apoyo a todos los planes de educación y rehabilitación social.
‘Los presos nos han capturado como rehenes por horas en las masacres’
Darío – Guía de la Penitenciaría
Mi familia siempre tiene miedo de mi trabajo. Desde hace tres años soy guía penitenciario en la cárcel de Guayaquil. En ese tiempo he enfrentado muchos amotinamientos. Los más peligrosos han sido durante las matanzas. Nosotros, cuando suceden esos ataques, lo único que podemos hacer es buscar un refugio. Hemos tenido que acomodarnos en algún hueco o en alguna maleza. Los presos nos han tenidos como rehenes hasta por 10 horas en las masacres. Es duro porque uno está a cargo de más de 300 presos. En cada pabellón los detenidos nos amenazan. Hay compañeros que después de salir de su turno han sido raptados en vehículos extraños. Les dicen que dejen de ser tan rigurosos o si no el próximo ‘paseo’ va a ser directo al cementerio. Al final, uno es muy vulnerable ante las redes que operan en toda la cárcel.