En comunidades indígenas existe mayor resistencia a la vacunación
Rosa Cuvi no se ha vacunado. Tampoco ha llevado a sus cuatro hijos para que reciban las dosis contra el coronavirus.
En abril del 2020, cuando la pandemia cobraba fuerza en el país, todos se enfermaron en casa. Entonces recurrieron a infusiones de hierbas y las inhalaciones con eucalipto. “Nos curamos con lo natural. No creemos en las vacunas porque hay gente que igual se enferma”, señala.
Rosa es parte de los 138 104 ecuatorianos que piensan que las vacunas no son efectivas. Ese es uno de los resultados de un estudio del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), que hizo un perfil de los no vacunados a través de una encuesta a 27 048 hogares en cinco ciudades. Otras 188 049 personas no están a favor de la inmunización.
Para el director ejecutivo del INEC, Roberto Castillo, ambos grupos no alcanzan el 1% del total de la población. “De ninguna manera es una preocupación el movimiento antivacunas en Ecuador”, dijo al comparar la cifra con Alemania, donde casi el 40% se opone a la inmunización.
La encuesta se realizó entre octubre y diciembre del 2021, por lo que Castillo reconoce que algunos datos han variado tras el impulso que cobró la vacunación con el brote de Ómicron. Pero hay rasgos peculiares que definen a los no vacunados.
Pertenecen a comunidades indígenas de la Sierra Central y Amazonía y son personas de los más bajos quintiles o más pobres, que viven en áreas rurales y sienten temor por los posibles efectos secundarios de la vacuna.
“Hay hipótesis correlacionadas con niveles de educación y la desinformación. La otra hipótesis es la logística para llegar a esos territorios, que requieren más esfuerzos y un patrón cultural en el que se debe trabajar con más detalle”, explicó el director del INEC.
Rosa vive en Guayaquil, pero es de Colta. Su familia conserva las tradiciones de los campos chimboracenses, donde pesan creencias como la medicina ancestral.
Algo similar ocurre en las 194 comunidades indígenas del cantón Cañar. Katty Ochoa dirige el distrito de Salud de esta localidad desde octubre, cuando empezaron una campaña para aumentar la cobertura de inmunización.
“Piensan que las vacunas les harán mal, que podrían quedar estériles o que les están poniendo un chip. Pero les hemos explicado científicamente los beneficios y los riesgos de no vacunarse”.
Con perifoneo y visitas de técnicos de atención primaria, que son quichua hablantes, han alcanzado un 93% de cobertura en primeras dosis y el 87% en segundas.
El INEC pidió el apoyo de especialistas para interpretar los datos. Uno de los consultados fue el epidemiólogo Daniel Simancas, quien recomendó hacer una investigación de la cultura, el pensamiento ancestral y la cosmovisión de la salud de las comunidades antes de entrar en ellas.
Los no vacunados alcanzan el 30% de la población rural del país. Guayas bordea el 77% de aplicación de segundas dosis.
Colimes estuvo entre los cantones con menor cobertura hasta hace dos semanas, cuando una campaña dio resultados. “Llegamos no solo con la vacunación. También trasladamos equipos de fumigación, visitas médicas, entrega de medicamentos”, dijo Juan Mite, director distrital de Salud. Así pasaron del 60% al 80% de pobladores con dos dosis.
Los datos del INEC permitirán también calibrar las campañas comunicativas, por ejemplo, enfocadas en que una de cada 1 000 personas podría tener algún tipo de efecto leve luego del pinchazo.