El amor indisoluble entre Maradona y Charly García
Sueño bendito, la serie acerca de la vida de Diego Armando Maradona que emite Amazon Prime Video, incluyó a Charly en su banda sonora y revivió uno de los lazos más francos y emotivos de la cultura popular latinoamericana. Un vínculo explicado en dos hombres que escaparon de los excesos, que cada tanto caminaron por la cornisa del infierno, que se sentían reflejados en su rebeldía e insolencia, y que nunca se reprimieron en expresarse un amor a prueba de médicos, tratamientos e incluso la muerte.
“Cuando iba cayendo pensaba que iba a ver a Dios. Pero no te vi”. De esa forma, Charly García intentó explicar qué fue lo primero que se le vino a la mente en el trayecto volador desde el piso noveno a la piscina del hotel de Mendoza donde materializó una de sus escenas más temerarias y legendarias.
Pero a quien años después se lo contaba no era a cualquiera. ¿Era a Dios? Puede que para algunos argentinos, sí. O lo más parecido a él en esta Tierra: Diego Armando Maradona, que lo interrogaba en 2005 sobre el hecho para su programa La noche del 10, sorprendido y risueño frente a la respuesta, sobre todo porque siempre subrayó que no le gustaba que le dieran una estatura divina. “Yo soy sólo un jugador de fútbol”, se apuraba en responder el Diego cuando le asignaban esa figura sobrenatural.
Pero Charly lo hizo, argumentando que si no vio a Dios en ese salto al vacío, entonces tampoco vio a Maradona. Más allá de la anécdota, el diálogo reflejó el íntimo lazo empalmado por dos de los mayores iconos de la argentinidad, emblemas ochenteros (y eternos) del aplomo, la desfachatez, la rebeldía y el atravimiento propio de los trasandinos.
En la última entrevista que dio por TV antes de fallecer el 25 de noviembre de 2020, el astro del fútbol pareció devolverle la mano cuando le preguntaron a qué hubiera dedicado su vida si no hubiera sido el Diego, el 10, el hombre de las gambetas endemoniadas, el mejor de la historia: “Si no fuera Maradona, me gustaría ser Charly García”.
El acuerdo estaba consolidado. Dos estrellas que no sólo se obsequiaban admiración y reverencia; mientras uno veía en el otro heroísmo y religiosidad, el futbolista anhelaba con haber tenido el destino del rockero. Como si su propio destino no hubiera tenido bastante de rock and roll.
La amistad entre Charly y Diego no se fortaleció en la mejor época de ambos: es lo que sucede con los grandes amigos, no necesariamente llegan en los períodos luminosos. Comenzó a tomar un cuerpo más definido en los años 90, cuando el deportista empezó a lidiar con esa irregularidad simbolizada en la suspensión por doping a partir del Mundial de Estados Unidos 1994. Por su lado, García en esos días no despachaba sus mejores discos, inaugurando su etapa más dura de internaciones y adicciones, hasta con un proyecto como Casandra Lange, donde borró su nombre.
Aunque se conocían desde los 80 -la respectiva era de gloria de cada uno-, precisamente el suceso aplastante no los había dejado cimentar un vínculo más frecuente. El “Pelusa” pasaba por Barcelona o Napolés, mientras Charly se iba de gira por Latinoamérica o grababa en Estados Unidos, en un itinerario con pocos puntos de encuentro.
Pero fue EE.UU. lo que generó de forma circunstancial el primer gran abrazo. Y sin necesidad de estar cara a cara. Cuando en 1994 lo sacaron del campeonato del mundo por uso de sustancias prohibidas, García -como gran parte de Argentina- quedó nocaut: no podía ser, estaban corriendo al héroe de su mayor épica, los poderosos de siempre se habían salido con la suya.
El relato de lucha y caída tuvo su epítome cuando por televisión Maradona le dijo a todo el mundo que la determinación de la FIFA tenía una sola consecuencia: “a mi me cortaron las piernas”.
Charly estaba en Madrid grabando una colaboración para el ex guitarrista de Manal, Claudio Gabis, cuando vio por la pantalla la declaración. No pudo más y de inmediato escribió la canción Maradona blues, como un canto lúgubre, fúnebre y lastimero, una banda sonora adecuada para la tragedia que sepultaba al gran ícono de la nación.
En esa letra, el cantautor dice: “Un accidente no es pecado/ y no es pecado estra así (bajoneado)/ Pero aquí estoy en este lado (Madrid)/ por eso déjame salir/ yo sólo quiero tu vivir”.
Mucho antes que Diego, Charly era quien ambicionaba tener algo de la existencia de su ídolo y posterior amigo.
Tuvo incluso la oportunidad de decírselo, y cantárselo, en vivo para todo el país, cuando en ese mismo 1994, esquelético y teñido de rubio para reverenciar a Kurt Cobain, en el programa 360 Todo para ver de Canal Trece, le cantó la composición casi como si se tratara de un exorcismo.