Calles del Centro Histórico, copadas de vendedores y visitantes
Dulce Jesús mío se escucha a fuerte volumen. El cántico proviene de una vivienda en la calle Obispo Díaz de la Madrid, en el barrio La Primavera, en Quito, al pie del Pichincha. ¡Es Navidad!
Mientras en el sector, ubicado sobre la av. Mariscal Sucre, los temas musicales, ya tradicionales en estas festividades, continúan sonando, la mañana capitalina avanza sin mucho movimiento.
En el Centro Histórico, este sábado, la historia es diferente. La calle Imbabura se convirtió en una suerte de feria. En la acera oriental, así como el borde de la vía, decenas de comerciantes ofertan ropa, perfumes, zapatos, comida y más.
El distanciamiento parece cosa del pasado, así como, en algunos casos, el uso de mascarillas.
Vendedores, incluso, utilizan el muro del Colegio San Andrés a manera de percha, aprovechando pequeños orificios en la pared para colgar armadores.
El río de comerciantes y visitantes se replica en la calle Chile, en dirección a la Plaza Grande. En estos puntos, aunque hay presencia de Agentes de Control Metropolitano, el espacio público está copado. En la Imbabura, desde la Rocafuerte hasta la Chile, este movimiento comercial, a la par, complica la circulación vehicular.
La Agencia Metropolitana de Control (AMC) da cuenta que al igual que que este sábado, el pasado 24 de diciembre hubo una alta afluencia de personas en el Centro Histórico, por lo que las instituciones municipales desplegaron un contingente para hacer respetar la normativa y evitar aglomeraciones.
Ordenaron seis medidas cautelares de retiro: 1 000 productos, entre los que se cuenta uno perecedero; 399, no perecibles y 600 cigarrillos. Mascarillas, frascos de alcohol, accesorios para teléfonos, micas, balones, mochilas, entre otros, están en la lista.
En los centros comerciales del ahorro, como el Nuevo Amanecer, también hay gran afluencia de personas. Algunas, intentando comprar obsequios para la familia. Aun así, hay trabajadores que se quejan por las bajas ventas, que atribuyen a la presencia de ventas informales. Y con el movimiento no falta la inseguridad.
Mientras una familia circula en una camioneta por la calle Mejía, un hombre se acerca sigilosamente e intenta desatar la cubierta que tiene el vehículo en la parte posterior. Un conductor parqueado en el otro sentido da la alerta y se evita el hurto.
En cambio, en la calle Rocafuerteya se ofertan los tradicionales monigotes, como en tres locales de la plaza de Santa Clara y en un zaguán, en la casa Oe6 208, donde una mujer, además, ofrece tallas del Niño Jesús.
En espacios como el mercado Mayorista, en el sur, los puestos se instalaron desde temprano y las bodegas también atienden a los pocos clientes que, al menos hasta antes del mediodía, llegan al lugar.
En sitios como la av. Cardenal de la Torre, a la altura de la Ajaví, hay vendedores que ofertan productos como peluches y otros objetos con temáticas navideñas. “Haga el gasto, ya son los últimos”, repite uno de ellos.
En el sur, a la par, hay quienes optan por hacer deporte, como es el caso de un grupo en una de las canchas de la Liga Barrial Solanda. Varios de los integrantes no usan mascarilla.
En el mismo sector, en la calle José María Alemán, más conocida como La J, pese a que la mayoría de locales atiende, hasta las 12:00, la afluencia de clientes es baja