Cada 36 horas alguien muere en vías de Quito

Cada tres horas hay un siniestro de tránsito en Quito. Si se saca un promedio del número de emergencias de este tipo registradas por la Agencia Metropolitana de Tránsito (AMT) en los nueve primeros meses de este 2021, el resultado es que cada día se produjeron ocho percances.

Hubo 2 234 siniestros, que dejaron 1 231 personas heridas y 154 fallecidas. En promedio, cada 36 horas una familia se enluta.

Las tres vías donde más personas han fallecido este año son la Simón Bolívar (38 muertes), la Mariscal Sucre (10) y la Interoceánica (7).

Con datos de enero de 2018 a diciembre de 2020, la parroquia que más registró siniestros de tránsito en el Distrito Metropolitano fue Iñaquito (con una cifra de 990 en este periodo). En segundo lugar está Quitumbe, con 776, y en tercero Calderón, con 736.

Base de datos: Iniciativa Bloomberg para la Seguridad Vial Global (Bigrs). Mapa: Faber Vergara, Valentín Díaz y Andrés Velástegui (Espol). Mapa base: OpenStreetMap

Klever Almeida, del Centro de Apoyo a Víctimas de Siniestros de Tránsito, dice que a más del dolor, la familia debe enfrentar el proceso judicial. “Un estudio con 352 casos de siniestros con fallecidos, en los que tenían un agravante como el alcohol, 99 recibieron sentencia”.

Este domingo 21 de noviembre de 2021 es el Día Mundial en Recuerdo de las Víctimas de Siniestros de Tránsito. Como un homenaje a la memoria de quienes se marcharon, dos personas escribieron una carta dirigida a sus seres amados.

Paola Simbaña, 36 años: ‘Te dejamos en la terminal, para ir a Yachay, y no volviste’

Perdió a su hermano Juan Carlos, de 20 años, el 24 de septiembre del 2017. Ese día falleció en un siniestro de un bus que iba camino a Imbabura.

Hola, ñaño. Cómo quisiéramos que pudieras bajar tan solo un momento para que nos cuentes cómo es estar en ese lugar, lleno de paz, y contarte lo difícil que han sido estos años desde que no estás. No sabes cuánta falta nos haces.


Aún recordamos que ese 24 de septiembre compartimos con tanta emoción la tarde, cuando en el cumpleaños de Nico, nuestra última hermana, comiste el pastel caliente a pesar de que te dijimos llenos de risas que podía hacerte daño. Jamás nos imaginamos que esa misma noche nuestro corazón se partiría en mil pedazos. Te dejamos en la terminal para que vayas en bus a Yachay, donde estudiabas Nanotecnología, y nunca volviste.


Esa risa única que inundaba la casa cada vez que llegabas. No sabes cómo quisiéramos verte tan alegre y lleno de vida como eras. Oírte decir ¡llegó la alegría de la casa! Osito o Juan Ka, como todos te llamaban de cariño, sabes, aún te recuerdan como ese amigo incondicional que, sin importar la distancia, armaba las reuniones con tal de unir a tus amigos.


No ha sido fácil, desde ese día comenzó una pesadilla. Esa noche, cuando el bus en el que ibas se accidentó, sé que me escuchaste. Cuando tu enamorada, con quien viajabas, te acercó el teléfono al oído y en medio de tu agonía tuve la oportunidad de decirte tantas cosas.


Jamás dejarás de hacernos falta. Tu silla aún está vacía. Mi papi, para de alguna forma poder aliviar su dolor, se engañaba pensando que estabas en la universidad y que pronto te iba a ver. Para mi mami siempre serás su consentido, su Juanito como te molestábamos. Nadie nunca podrá completar ese pedazo de su corazón que se fue contigo.


Nuestro eterno ‘Osito’, nos enseñaste tanto y nos diste un ejemplo de perseverancia, bondad, el entregar todo por los demás. El ser incondicional, amoroso, aventurero, han sido nuestra fuerza para no tirar la toalla en esta lucha diaria tanto emocional como legal que parece que nunca terminará.


Por claras negligencias, el caso puede prescribir quedando todo ahí como si nada hubiera pasado. El dolor de estar en las audiencias escuchando cómo dicen que “fallecieron porque no se pusieron los cinturones”, cuando el bus no los tenía. El bus tenía capacidad para 43 personas iban 55, no tenía ni velocímetro.

La convicción que tenías al decir “mirar al cielo y confiar que todo estará bien, ¡eso es fe!”, han sido nuestras palabras de ánimo; nuestra ayuda y fortaleza, como lo sabes muy bien, ha sido y siempre será Dios. Sin él, créeme que no hubiéramos podido salir de ese túnel oscuro de angustia y dolor. Él ha sido quien ha secado nuestras lágrimas, nos ha llenado de su fuerza, consuelo y amor.


Cómo hubiéramos querido verte orgulloso con tu capa y birrete, porque, ñañito, ya te hubieras graduado de Ing. Químico. Te amamos, te extrañamos, nos haces tanta falta, pero ahora nos consuela que regresaste a los brazos de papá.

Alexander Ruiz, 47 años: ‘No solo afrontamos tu pérdida , también la injusticia’

Perdió a su hijo Sebastián, de 19 años. Iba de pasajero en un vehículo que pasaba por la Av. Mariscal Sucre. En el percance también murió su mejor amigo.

Hola, jefe… ¡Padre, buenos días, ya llegué! Esta solía ser mi frase favorita de fin de semana, marcaba el inicio de pasar tiempo contigo cuando llegabas a casa y atravesabas la puerta, con esa hermosa sonrisa, acompañados de un gran abrazo y beso. Es un momento que sé que nunca más llegará.


Desde aquel día, el 19 de diciembre, mi vida cambió para siempre, no soy el mismo, y te puedo asegurar que nunca más lo seré. Perderte ha sido el dolor más fuerte y prolongado que he conocido y que intento manejar. No siempre lo logro.


Esa noche, después de la angustiosa llamada de tu madre, Priscila, salí inmediatamente al hospital, no sabía de la gravedad del siniestro. Tenía mucho miedo de perderte de esa manera. Recuerdo verte en la camilla de la ambulancia. Lo único que hice fue tomarte de la mano, sentí frío; el frío me anunciaba que estabas sin vida y no era capaz de entenderlo, mi mente negaba esa posibilidad, porque pude sentir tu pecho aún tibio luego de abrazarte, como queriendo negar tu partida.


Luego me enteré de cómo se dieron las cosas. Tu adiós me ha enseñado, incluso, hasta dónde puede llegar el ser humano con tal de tapar sus errores. He aprendido que varios de tus supuestos amigos no lo eran, y lo cobarde que puede ser una persona al no asumir sus actos. Tu muerte y la de tu mejor amigo, Juan Bernardo, aún están impunes.


No solo hemos tenido que afrontar la pérdida de nuestros hijos, también nos hemos encontrado con injusticia. La falta de articulación en la ley no ha permitido ejercer adecuadamente su propósito: la de proteger los derechos las personas. Es preciso actualizarlas, no solo en el aspecto más simple de su forma sino en su más profundo alcance.


Hijo mío, Sebas. En este recorrido he conocido mucha gente que nos ha extendido la mano para levantarnos, apoyarnos incondicionalmente, personas que nunca había tenido la oportunidad de tratar pero que han sido fundamentales para hacer de este dolor, un motivo para luchar por el mismo amor con que los recibimos a ustedes cuando llegaron al mundo. Mi agradecimiento a ellos.


En casa aún sentimos el vacío enorme de perderlos, de tener una silla vacía. Todos te extrañamos. Leí una frase que me marcó mucho: “lo más valiente que he hecho fue continuar con mi vida cuando quería morir”. Es de Juliette Lewis.


Ahora han cambiado mis prioridades en la vida, las cosas más simples tienen un mayor sentido. Las familias hemos emprendido una lucha ante la ley, esperando que nuestros hijos reciban justicia y nosotros como sus progenitores conozcamos la verdad. Es una lucha permanente y que la seguiremos haciendo con todas las fuerzas para que la justicia actúe de manera transparente.


No me despido porque sé que pronto nos volveremos a encontrar, solo pasé un momento por aquí para contarte que te amo y extraño inmensamente.