Bukele sin despeinarse
Son ya dos años y medio de gestión de Nayib Bukele, como presidente de El Salvador, su apoyó popular se mantiene pese a la pandemia y al entorno económico mundial que a otros mandatarios llevó en caída libre su popularidad, pues todos los gobiernos tuvieron el mismo examen, el COVID-19 en los últimos 2 años.
Esta semana un periódico Salvadoreño, férreo critico del gobierno, publicó encuestas que muestran una aprobación del 85,1% de la población a la gestión del carismático presidente y si bien desde el inicio de su gestión hay noticias locales o internacionales muchas veces apocalípticas, estos números parecen indicar que son solo titulares y distan de la realidad de lo que piensa la mayoría de Salvadoreños.
Los partidos tradicionales llevan ya dos elecciones perdidas y ahora por si fuera poco muchos de sus líderes políticos están abandonando esos partidos, la debacle aún continua dentro de los institutos políticos de oposición que por ahora los que un día combatieron entre si en la guerra civil y fueron adversarios políticos durante 30 años en la pos guerra, marchan en las calles ya juntos para protestar contra el gobierno.
El cambio generacional en la política Salvadoreña ya no tiene reversa, Bukelecontinua capitalizando el descontento de la población contra los partidos tradicionales al mismo ritmo que cuando inicio su carrera por la presidencia. La adopción del Bitcoin, señalamientos de corrupcion y posibles negociaciones con pandillas son parte de los titulares recientes sobre El Salvador, pero la mayoría de ciudadanos por el resultado de las encuestas publicadas no apoya por ahora lo que la oposición tiene como su grito de batalla.
El joven presidente sigue luchando contra problemas como la seguridad, la pandemia y problemas sociales; el ritmo de vacunación es por ahora un proyecto reconocido incluso fuera del territorio salvadoreño. La estabilizaciòn de los precios del gas propano y programas enfocados en las mayorías son por ahora un impulso para su aceptación.
El Salvador, el país más pequeño en Centroamérica ha sido noticia, ya no por la violencia, ni por el pasado conflicto armado, sino por las decisiones que buscan ponerlo en el mapa como un país en crecimiento.