American Park da vida a los barrios de Quito
Luces de todos los colores acompañan las noches de los barrios de Quito cuando llega American Park. Es al menos una docena de juegos. Las luces en movimiento de cada uno de ellos es lo que los hace divertidos, dice Daniela.
La pequeña de 10 años llegó de la mano de su madre a American Park, el viernes pasado.
Miraba extasiada la rueda y los carros chocones. Fueron los primeros que eligió. Pero hay algo que le entristece. En su barrio, La Atahualpa, no hay un parque de diversiones como el que conoció en El Calzado. Espera que pronto esté más cerca de su casa.
Desde 1938, American Park empezó a recorrer el país y en la actualidad se desplaza cada mes por distintos barrios de Quito. Su socio, Cristian Almeida, señala que van desde Calderón, en el norte, hasta Caupicho, en el sur.
De cada sitio que abandonan quedan buenas experiencias, cuenta Almeida. Han sido priostes en las fiestas de Calderón. También han participado en eventos para entretener a niños de escasos recursos y han obsequiado fundas de caramelos en los barrios que alegran durante la Navidad.
“Es porque llevan diversión sana y popular para grandes y chicos”, dice uno de los trabajadores más antiguos del parque, Marco Armendáriz. De 89 años, ha recorrido el país desde el Carchi hasta Macará. “Antes, como éramos los únicos, hasta íbamos a una parte de Colombia y de Perú”, dice.
Empezó hace 70 años, operando un juego llamado El Pulpo. Lo hizo durante más de 30. Ahora desempeña labores administrativas. Todo este tiempo ha podido ver que la alegría que llevan a cada barrio no es solo para los niños sino también para los jóvenes y adultos.
Los menores de un año pueden disfrutar de la cama elástica. Los más grandes encuentran diversión en el futbolín, los carruseles y la rueda para niños. Y los jóvenes y adultos prefieren la rueda grande, la barca y el tagadá.
Aquellos que deben ir, pero no se suben a ningún juego por nada del mundo tienen opciones: manzanas caramelizadas, huevos chilenos y algodones de azúcar.
Esa variedad es positiva para Yadira Mesías, quien vive frente al parque de El Calzado, en donde ahora está American Park. Dice que los adolescentes ya no comparten tiempo con sus hermanos pequeños y espacios como este dan pie para ello, al contar con alternativas para todas las edades.
En algunos barrios, llegan unas 1 200 personas, como en El Calzado, en donde este será el último de nueve semanas allí. Por lo general, suele estar entre tres semanas y un mes en barrios donde reciben cerca de 600 clientes. No saben a dónde irán, si a Chillogallo o Carcelén.
A Darwin Guerrero, el parque le recuerda a su infancia. “Cuando uno de estos entretenimientos llegaba al barrio íbamos juntos todos los amigos de la escuela o el sector. Son cosas que nuestros hijos no pueden disfrutar ahora, pero antes, lo mejor eran los juegos tradicionales”.
Por eso, se trasladaron desde La Magdalena para llevar a su hija de cuatro años. Mientras la niña se divertía en el carrusel, el padre señaló que el espacio les permite a los tres liberarse del estrés y las preocupaciones del día a día.
Y es que el vértigo que brindan los parques de diversiones es una sensación inolvidable, a pesar de los mareos que muchas veces deja a quienes se suben a ellos.