94% de construcciones de Quito no está listo para un terremoto
A Carmita Sangucha, de 49 años, no le preocupa que su casa de dos pisos esté asentada en una de las laderas más pronunciadas de La Roldós, en el norte de Quito. Tampoco que su vecino construyera una casa de cinco pisos adosada a su hogar en un lote de 180 m2. Confía en que su esposo, José Sigchos, la construyó bien.
Él es albañil desde los 21 años; hoy tiene 50 y levantó con sus propias manos la casa donde vive la pareja, y sus tres hijos con sus familias. El terreno lo compraron hace más de 15 años, a USD 7 000, cuando todavía no era un barrio legal. Hoy el sector está regularizado, pero su vivienda no tiene permisos de construcción.
Para levantar su casa, no se hicieron estudios de suelo, de pendiente ni cálculo estructural.
Sin embargo, Carmita no tiene miedo a los temblores. Repite con fe ciega que su esposo tiene experiencia y que no hacían falta columnas en la segunda planta porque solo es una mediagua con techo de zinc.
Soportó el terremoto de Pedernales del 2016, y el fuerte sismo de magnitud 5.1 del 2014. No se cuarteó ni una pared, dice.
Las casas que se asientan en las lomas que bordean Quito por el noroccidente, a la altura de El Condado, son en su mayoría de bloque visto, unas pequeñas de 50 m2, otras enormes de hasta cinco pisos o incluso más.
Muchas de las casas en La Roldos, La Pisulí, Colinas del Norte, entre otros sectores fueron construidas sin cumplir las normativas, lo que las vuelve altamente vulnerables ante un sismo, tomando en cuenta que Quito está sobre una falla geológica activa.
En esas condiciones, dice Diego Sosa, profesor auxiliar de la facultad de ingeniería civil de la Politécnica Nacional con un Phd de especialización en diseño sísmico, un sismo fuerte que se origine en el sistema de fallas de Quito puede causar severas afectaciones.
Los movimientos más fuertes
El último temblor con epicentro en esta urbe fue el 23 de noviembre del 2021, de magnitud 4,52.
Causó alboroto en la gente pero esa intensidad no es capaz de producir daños en estructuras.
La historia sísmica de Quito indica que el movimiento más fuerte fue en 1587 y tuvo una magnitud de 6.4, lo que significa cerca de 660 veces más fuerte que el sismo del año pasado. Un temblor así sería catastrófico a estas alturas.
La politécnica ha hecho varias publicaciones sobre el tema.
Una de las últimas fue en el 2015 y 2016. De la mano con la fundación GEM (Global Earthquake Model) se hizo un estudio de la vulnerabilidad de Quito y fue entregado al Municipio.
El trabajo incluso motivó la investigación de varios profesionales de la Politécnica y se hicieron tesis al respecto.
De allí se desprendió que el 94% de las construcciones de Quito no tienen un diseño sismorresistente.
Sosa considera que, en caso de un terremoto, las estructuras informales colapsarían y que incluso pudieran afectarse casas con cálculos estructurales, pero que fueron edificadas hace 50 años o más debido a los materiales y tecnología de esa época.
El experto insiste en que las estructuras sí se pueden reforzar.
El problema, dice, es cómo se le obliga a una persona que haga un reforzamiento. Para Sosa, el actual problema es responsabilidad tanto del dueño como de la autoridad por no controlar.
La entidad a cargo de esas inspecciones es la Agencia Metropolitana de Control.
En enero y febrero de este año hubo 97 actos de inicios de procesos sancionatorios por construcciones sin permisos.
La institución cuenta con 26 inspectores técnicos para recorrer toda la ciudad. Quito tiene 423 000 ha de superficie. Se estima que el 65% de las casas es informal.
¿Qué hacer para prevenir?
Luego del terremoto de Pedernales, la Alcaldía se puso a trabajar en una normativa que permitiera evaluar las construcciones para saber si es posible reforzarlas.
Vladimir Tapia, secretario de Territorio, indica que la ordenanza para reconocer y regularizar construcciones informales se aprobó en el 2019, pero no se puede ejecutar porque dice que se debe hacer una inspección con las entidades colaboradoras que tiene el Municipio para ver si necesita reforzamiento estructural.
Sin embargo, nunca se definió un tarifario para que las entidades puedan cobrar a los dueños de casas. Están revisando el tema y esperan empezar a aplicarlo a finales de este año. Para Sosa, es urgente hacer una campaña de difusión del problema y que los dueños de las casas informales tomen conciencia. Tomando en cuenta que la gran mayoría son como Carmita Sangucha, a quien el riesgo de un sismo no le preocupa. Lo que sí le quita el sueño -dice- es que su hijo no consigue trabajo